Henric Ibsen, dramaturgo noruego de principios del siglo XX, nos sorprende con su modernidad visionaria y su claridad de ideas.
La mujer que rompe con su papel sumiso y decorativo está encarnada en Nora, esposa de un médico de intachables principios que la adora, como se quiere a un animalito alegre y bello que nos endulza la vida. El problema es que ella es toda una mujer, con su criterio moral, sus opiniones y su capacidad de decidir por sí misma lo que juzga bueno o malo, independientemente de lo que la sociedad estipule como moral o inmoral, incluso como legal o no. Su concepción de la justicia es mucho más real que la de los convencionalismos que la rodean, y así sus propias decisiones la llevan al borde del suicidio, al poner en jaque la posición social de su marido. Él se ve entonces forzado por ella a abandonar su imagen pública de honradez intachable, y ello es superior al amor que siente por su adorable mascota y más de lo que puede asumir.
Convencerse del límite de los sentimientos de su marido, que incluso la acusa de ser incapaz de educar a sus hijos en la rectitud moral imprescindible para él, obliga a Nora a romper con su vida anterior que de pronto se le antoja absurda e imposible, y salir de su casa en busca de su propio lugar en una sociedad que no puede comprender. Isabel de la Portilla.
Situación dentro de la normalidad que entra en crisis total con un problema y se resuelve casi siempre de manera un tanto drástica, siempre seguiendo criterios morales que, en la realidad, son poco prácticos. Así son casi siempre las tramas de este autor Henric Ibsen. En este caso una mujer es la que decide un cambio (en esto fué vanguardista el autor)en su vida personal; decide ser ella misma y renunciar a su familia totalmente. Me ha gustado el libro porque la mujer, en este caso, tiene un papel igualitario que se mantiene con un criterio de coherencia moral: ser ella misma. No deja de ser un acto valiente pero creo que muy duro por la trascendencia que tiene (pierde su familia).
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